“¿Soy normal?”
“No me veo normal”
“Esto es normal …”
Son comentarios que aparecen cada vez con más frecuencia en las consultas y nos indican que la preocupación por la normalidad está cada vez más presente entre nosotros.
Años atrás las personas recurrían a terapia cuando se sentían mal, cuando sufrían por algo, hoy lo que preocupa es no ser normales.
Tener “una familia normal” “una pareja normal” “un trabajo normal”, son metas a las que la mayoría de personas aspira pero ¿Qué es “lo normal”? eso no se pregunta, se da por hecho lo que significa y cuando llegan a terapia con la pregunta “¿es normal lo que me pasa?” su angustia tiene que ver con la pregunta “¿esto le ocurre a todo el mundo o soy yo el raro o la rara?
Nos exigimos a nosotros mismos ser normales y nos preocupamos cuando surge algo que no nos parece normal.
La palabra “nornal” deriva de NORMA que según el diccionario es “la regla que se debe seguir” o “a lo que deben ajustarse las conductas”. Seguir la norma es una manera de unificar o borrar lo diferente. Lo anormal entonces es lo diferente, lo particular, lo propio.
Yendo un poco más allá, se tiende a equiparar lo normal con lo sano, lo adecuado, lo correcto, y lo anormal con lo patológico o lo enfermo.
Los libros de autoayuda, – que dicho sea de paso, se venden más que las novelas- son las grandes referencias de “lo que debe ser”, o sea de lo normal y de lo que “no “debe ser” o sea lo “anormal”
¿Cómo hay que ser padre?
¿Cómo hay que amar?
¿Cómo hay que tener relaciones sexuales?
Son algunos de los grandes temas que trata esta literatura, porque ser normal se ha convertido en un conjunto de exigencias que afectan a nuestra vida al punto en que si no las cumplimos tenemos la sensación de estar cometiendo alguna infracción.
¿Y si le dijéramos que la persona normal no existe? ¿Qué la normalidad es un espejismo y que cada persona es única y distinta? ¿ Y si pensara que esta preocupación desmedida por encajar en la normalidad es una servidumbre que elimina lo más propio que usted tiene?
¿Y ENTONCES QUÉ?
¿Es normal que mi hija adolescente me odie?
¿Es normal que los hombres seamos infieles?
¿Es normal que me sienta triste?
¿Es normal que …?
Si está usted preocupado pensando en la normalidad de lo que le ocurre lo invitamos a pensar acerca de lo que ronda a su pregunta, allí encontrará pistas mucho más interesantes:
¿Cómo hemos llegado, mi hija y yo a esta situación?
¿Qué me pasa con mi pareja que siempre estoy buscando nuevas relaciones?
¿Desde cuándo me siento triste? ¿Qué me entristece?
Se sorprenderá cuánto puede descubrir acerca de su propia singularidad, de lo más propio e íntimo, si le da cabida a estas preguntas.